HE DECIDIDO…
No dejar ningún “gracias” sin decir, porque cada vez que uno se queda en mi boca o mi corazón, acaba perdido en un limbo del que no sé cómo rescatarlo. Porque cada una de las personas con las que contacto merece mi agradecimiento si soy capaz de ver lo que me aportan o –sobre todo- lo que son como un auténtico regalo. Porque cada gesto de gratitud me engrandece y hace sentir grande al que lo recibe. Porque estamos muy acostumbrados, la mayoría, a pedir y poco a agradecer. Por eso, a partir de hoy, decido no reprimir nunca mis ganas de dar las gracias cuando me sienta internamente agradecido.
No rendirme nunca mientras mantenga la ilusión. No dejarme vencer por el desánimo que hace pensar que no hay salida o que no puedes superar lo que te está ocurriendo. Sacar fuerzas de donde creo que no quedan para poner toda mi ilusión en lo que quiero alcanzar. Porque me he dado cuenta de que muchas veces lo peor que me ocurre es que me dejo vencer por molinos de viento internamente transformados en gigantes; porque me he dado cuenta de que casi siempre que me rindo es porque no he sabido encontrar dentro de mí la fuerza para salir adelante; porque he aprendido que cada vez que tiro la toalla es porque no he logrado descubrir el punto débil de mi enemigo, porque me he dejado vencer por mi impotencia en vez de rescatar mis mejores fuerzas. Cuando me rindo, siempre gana el otro, se lo merezca o no. Si han de vencer, por lo menos, que sea merecido.
He decidido vivir el momento, disfrutar el presente, prever sin sufrir, preparar sin que sea determinante, mirar hacia adelante sólo lo necesario para no errar demasiado mis pasos, pero disfrutar el día a día, el momento, el instante, sacar todo el jugo al presente. Que nadie sabe lo que va a ocurrir mañana. Y lo único con lo que contamos es lo que tenemos ahora mismo. Muchas veces me he sorprendido descubriendo rumbos que no conocía y aceptando novedosos imprevistos que me han enriquecido. Bienvenido lo que venga; bienhallado lo que hay ahora mismo.