sábado, 16 de febrero de 2013

Nubito


NUBITO 

MIGUEL ANGEL CONESA FERRER 

Segundo premio I Concurso de cuentos interculturales.

En un país que hay detrás de la luna viven las nubes pequeñas. Cuando son tan pequeñas que se pueden perder en el cielo, pasan mucho tiempo allí esperando hacerse mayores. 
Cada mañana, las nubes se levantan con un trocito de neblina en cada ojo para ir a la escuela. Porque, aunque tú no lo hayas visto ni oído nunca, existe una escuela donde las nubes aprenden las cosas importantes para ellas. Les enseñan a viajar por el cielo sin perderse, que no es fácil, porque el cielo es muy grande y los viajes de las nubes duran mucho. También aprenden a hacer lluvia, truenos y tormentas. Les enseñan los colores que necesitan para reconocerse, el blanco, el azul, el gris ... Y lo más importante que aprenden es a reconocer las familias de nubes. Porque a las nubes les gusta viajar en grupo y dibujar formas extrañas en el cielo. Y aprenden que las personas en la tierra las miran para saber qué tiempo va a hacer, si va a hacer frío, calor o va a llover. Es muy importante para una nube saber las formas que pueden tomar, sean cirros, estratos, cúmulos, nimbos ... palabras que a las pequeñas nubecillas les suenan tan extrañas como a nosotros la primera vez que oímos hablar del "rectángulo" o el "triángulo", pero que luego conocen a la perfección porque es su forma de vivir. Cada uno de estos grupos de nubes tiene sus características y su forma especial. Si una nube quiere ser buena nube ha de aprender esto y por eso es lo principal que enseñan en su escuela. 

Un día llegó a la escuela una nube nueva. Los más pequeños salieron a la puerta para verla mientras que a los mayores les daba un poco igual: "será como todas", decían. Y ni se movían del sitio. Seguían jugando a su juego preferido: cambiar de forma. Cuando la nube nueva entró a la clase esta vez sí los mayores levantaron un poco los ojos para verla. Es una nube azul claro, muy redondita, tan redonda que se parecía a la luna, esa señora que les escondía en su casa. 

La nube redonda se sentó en el banco dispuesta a aprender ... bueno, intentó sentarse, porque los bancos de la escuela no están pensados para nubes tan redondas. Pero a Nubito no le importó quedarse un rato de pie, esperando que su forma se adapte. El profesor empieza la clase. Hoy la lección es sobre los estratos, esas nubes alargadas que se reúnen en el cielo. Y pide a los "nubiños" que formen un estrato entre todos. Cada uno va a su sitio, se colocan uno al lado del otro ... ¡ya está! Pero... este estrato tiene una nube redonda. "Esto no puede ser", dice el profesor, "todas las nubes de los estratos son alargadas. Vamos, hacedlo de nuevo". Y lo intentaron una vez, y dos veces, y tres... pero siempre sobresalía una nube redondita. Todos se miraron. Y luego sus ojos se fijaron en el nuevo, porque seguía con su forma de queso. 

"Es el nuevo" dijeron todos los niños casi a la vez. El maestro se acercó a Nubito y al pobre le recorrió un escalofrío que se hacía más grande cuanto más se acercaba el profesor y cuando le habló sintió que se desvanecía. "¿Por qué no obedeces? Hemos de trabajar en equipo para conseguir lo que queremos". Le pidió de nuevo que tomara la forma alargada. Pero por más que lo intentaba, no le salía. "Prueba de nuevo" le decían sus compañeros. Y de verdad que intentó estirarse primero para un lado y luego para el otro ... pero nada. Ni se movía. Seguía tan redondo como cuando llegó a la escuela. Y todos se dieron cuenta de que la nube nueva no podía cambiar de forma. 

Los niños estaban encantados, sobre todo los más pequeños, a los que les hacía mucha gracia tener un compañero diferente. Seguro que podían jugar juntos y lo pasarían muy bien. 

Fueron a su casa contando la aventura de la nube siempre redonda. Cuando los mayores les oyeron contar lo que le ocurría al nuevo, cada uno tenía su teoría: 

"No es que no pueda, sino que no quiere. Todas las nubes pueden cambiar de forma. No puede existir una nube que no lo haga. Si no cambia, es que no es una nube" . 

Otros decían: 

"Algo habrá hecho para quedarse así. Las cosas no ocurren por­que sí. Yo creo que es un castigo merecido". 

Los más mayores pensaban: "Vaya desastre de padres que no le han enseñado a su hijo a cambiar cuando era pequeño". Y creían que era tarde para aprender y que ya no tenía remedio. Los que más habían viajado y conocido a los humanos, recordaron que, a veces} no todo sale como uno espera y surgen los problemas. Y sintieron pena por la nube redonda, porque era una desgracia para él y para su familia. 

Los niños no entendían nada de esto, pero se dieron cuenta de que a los mayores no les hacía gracia su amigo redondito. Pero a ellos les daba igual y siguieron jugando con él. Es muy divertido tener siempre la misma forma, pensaban ellos, porque para una nube que cambia constantemente, esto es muy extraño. Jugaban a 
inventar formas con ella. Y una se ponía debajo formando un rectángulo y parecían un árbol. Otras le rodeaban formando un anillo y creían que eran el planeta Saturno. Y cuando varias de ellas se pusieron a su lado con su misma forman parecían las bolas de un billar. ¡Esto sí que era divertido! A cada amigo, su forma redonda le sugería una historia diferente y una nueva figura que hacer juntos. 

El profesor intentó que los niños nube no se distrajeran demasiado, pero era difícil de conseguir porque les atraía mucho. 

Cada uno de los habitantes del país de las nubes quiso conocer a este personaje tan extraño. Vinieron de todos los rincones del país para ver este raro ejemplar: 

"No puede cambiar”, decían. Y esto era evidente. 

"Es muy raro", decían otros. 

"Me da miedo" decía alguna nube mayor que nunca había conocido a nadie que no fuera igual que ella. 

Nubito, por dentro, tenía ganas de ser como los otros, de moverse, cambiar... ¡debe ser tan divertido! Ahora ya no le gustaba ser tan redondo como cuando nació y le parecía muy lejano ese día en que a todo el mundo le gustó su forma y tanta gracia hizo. No quería ser diferente, y cada día intentaba con todas sus fuerzas estirarse un poco más. Un poco de aquí, un tirón de allá ... pero no conseguía nada. Sus amigos le querían ayudar y cada día uno de ellos cambiaba de forma delante de él para que le viera. Lo hacían despacio, muy pero que muy lentamente, para que les pudieran ver muy bien. Pero Nubito no lo conseguía y empezó a desesperarse y a pensar que nunca lo iba a conseguir. Notó por dentro un cansancio terrible que le hacía quedarse sin fuerzas. Una pena muy grande le visitó y se quedó a vivir con él. Y cada vez tenía más ganas de marcharse a otra luna y esconderse detrás de ella para que no le viera nadie. 

Pero no quiso rendirse. "¡Algún día lo conseguiré!", se dijo para darse ánimo. Pero el tiempo pasaba y nada era diferente. Se notaba una cierta inquietud entre los habitantes de ese cielo, porque no sabían explicarse porqué Nubito era distinto a los demás. Cuando la inquietud se convirtió en molestia, los mayores tuvieron que tomar cartas en el asunto. La nube principal dijo: 

"Todas las nubes somos iguales. Debes aprender a ser como nosotros y todos te ayudaremos". 

Se organizó un equipo de ayuda formado por distintas personas, cada uno con su especialidad y se reunieron y reunieron y volvieron a reunir para aclararse y poder aclarar a la gente. Y pensaron y pensaron y volvieron a pensar, pero no encontraban una causa que explicara el problema de Nubito. Y sin su amiga, la causa, la solución tampoco quería venir. Y volvieron a pensar. E intentaron todo lo que estaba a su alcance para encontrar el remedio, pero éste se escondía cada vez más y no había forma de dar con él. 

Organizaron un viaje a lo largo del cielo para encontrar casos como el suyo, pero nadie recordaba una situación igual. Volvieron a su refugio detrás de la luna sin saber qué decir a la gente pero con una idea muy clara: decidieron que había que conseguir a toda costa convertir a Nubito en una nube de verdad, como las demás. 

El profesor se ofreció para explicarle la historia de las nubes, que están formadas de gotas, cómo llegaron al cielo, pero, aunque era muy interesante, a Nubito no le ayudaba a conseguir lo que todos, sobre todo él, querían: cambiar de forma aunque sea un poquito. 

El deportista de las nubes le propuso un entrenamiento infalible: "Si sigues este plan, seguro que cambias de forma". Y todos los días se reunían para hacer deporte . La confianza de Nubito era cada vez mayor: "Seguro que con la gimnasia lo conseguiré". Y no sólo hacía los ejercicios cuando estaba el entrenador, sino que en su casa se pasaba el día entero practicando. Pero no logró cambiar de forma. Ni siquiera una gotita se movió dentro de él. El entrenador le dejó por imposible y él mismo se convenció de que nunca sería una nube como las demás. Se sintió muy triste, tremendamente triste ... tan triste que las nubes de sus ojos se volvieron un poco grises. Y al ver sus ojos cambiar de color todos los habitantes del país de las nubes pensaron que por fin lo habían conseguido. 

"Ya no es como antes", dijeron, "seguro que ya es como nosotros" Y fueron a verle, convencidos de que si había cambiado un poco el color de sus ojos podría cambiar también de forma. Le pidieron que se transformara. Todos estaban pendientes de él y, para animarle, todos adoptaron la misma forma, una facilita para un principiante. Nubito estaba convencido de que había llegado por fin el gran momento y mandó todas gotitas a un lado para poder estirarse y luego para el otro, y arriba y abajo ... pero no consiguió cambiar ni la más mínima parte de su forma. 

"Nada ha cambiado" dijeron los que fueron a verle. Y le dejaron solo en un trozo del cielo. Nubito se sintió más desgraciado que nunca, le entraron ganas de desvanecerse y quiso perderse. Buscó un rincón en lo más escondido del cielo para que nadie le pudiera encontrar. Y lloró. Lloró como las nubes saben hacerla. Y al llorar notó que de sus ojos no salía agua, sino algo con forma de estrella y se asustó. Corrió donde el médico y se lo enseñó. Estaba tan asustado que cada vez lloraba más y más y más ... y cada vez salían más estrellitas de sus ojos. El médico le preguntó: "¿Te ha pasado esto antes? ¿Has llorado alguna vez trozos finos de cristal como si fueran estrellas pequeñas?". Nubito recordó que en su cielo; detrás de su luna, donde estaba antes de llegar a este lugar empujado por un viento travieso, todos, niños y mayores, lloraban estrellas frías. Entonces el doctor entendió lo que pasaba: 

"Eres una nube de hielo y por eso no puedes cambiar de forma, porque el hielo es más duro que el agua. Nunca pude imaginar que una nube de hielo llegaría a esta tierra nuestra. Has recorrido un largo viaje, amigo". 

Al poco tiempo, todo el mundo sabía ya la noticia, porque el doctor reunió a las nubes en un lugar amplio del cielo y les comu­nicó el descubrimiento: Nubito viene de un lugar donde hace mucho frío y está formado por hielo. Todos comprendieron entonces que no pudiera cambiar de forma. 

Y esperaron juntos que llegara el verano.