APRENDER DE LOS ERRORES
“Errare humanum est”
El error es la otra cara de la moneda del acierto. No creo que podamos separarlos claramente, porque son dos componentes de la misma realidad. Sin errores no hay aciertos; sin acierto no existe el fracaso. La ciencia clásica ha evolucionado a través del método de acierto-error, estableciendo hipótesis que a veces se confirman y muchas otras no son factibles.
En nuestra vida funcionamos casi de la misma forma, con la salvedad de que contamos con nuestra capacidad intelectual para adelantarnos a las consecuencias de lo que pensamos hacer. Sin embargo, a veces las cosas no salen como esperamos y se produce un error, algo no es correcto, ha habido un fallo y las consecuencias son evidentes. Hemos de asumir que el error forma parte de la vida, que no entramos por ello en un caos, sino que hay que aceptarlo totalmente y convertirlo en algo positivo.
Muchas personas se sienten terriblemente mal cuando cometen un error. Se les viene el mundo abajo y no saben superar esta situación. Sin afán de profundizar demasiado, suele tener que ver con una imagen irreal de nosotros mismos en la que la perfección es nuestra supuesta cualidad estrella y, por supuesto, nadie perfecto puede cometer errores. A veces también tiene relación con un ambiente familiar en que el error se castiga de distintas formas.
Errar es propio del ser humano. Pero lo más grande que tiene este mismo ser humano es la capacidad de reponerse. El error es normal. Reconocerlo sin sentirse humillado y sin venirse abajo es la forma positiva de aceptarlo.
Vemos tres momentos en nuestra forma de aprender de los errores, tres pasos a seguir:
1. ACEPTA.- Aceptar que el error existe sin convertirlo en un drama; ya sabemos que nos equivocamos y que así, muchas veces, avanzamos; acepta que tu hijo se equivoque, porque tiene que aprender. Es importante que nos demos cuenta de que los errores nos hacen encontrarnos con nuestras limitaciones, las tuyas y las de tu hijo. Quien se cree tan perfecto que no puede cometer errores no los acepta. Quien no se ha enfrentado nunca a sus fallos, porque siempre ha tenido cerca a alguien que le eche un capote y los difumine, no puede aceptar sus errores, porque cuando le sobrevengan se sentirá desconcertado.
2. CONOCE.- Es otro aspecto fundamental, porque si no conocemos, poco podemos hacer. Para conocerlos hay que usar el análisis. Imagina que has cometido un error y tu amigo se ha enfadado. Hay que ver qué es lo que ha ocurrido, qué palabras o comentarios ha dicho tu hijo que han resultado perturbadoras,…. Saber es la forma de no repetir los errores.
En esta misma línea, suele ser efectivo llevar una especie de lista o diario de los errores que cometemos. No como forma de torturarnos de forma permanente, sino como elemento para un análisis posterior. Siempre tengo la posibilidad de revisar y de analizar, de ver qué ha ocurrido para evitarlo en otras ocasiones. Siempre hay denominadores comunes que nos hacen caer una y otra vez en la misma piedra. Para este análisis contamos tanto con lo que hemos hecho como con lo que hemos dejado de hacer, porque todo importa. Una vez confeccionada esta lista, es el momento de decidir qué podemos y queremos hacer para que no se vuelva a repetir.
También es útil preguntar a otras personas de confianza y ellos nos dirán los errores que solemos cometer.
3. ACTÚA.- El error provoca unas consecuencias sobre las que sí podemos actuar. Sobre el error mismo no podemos, porque ya pertenece al pasado; pero sí hay algo que hacer y lo conocemos como reparar. Si se trata de acciones, hemos de hacer algo que contrarreste lo que hemos hecho de forma incorrecta. Si hemos roto algo, por ejemplo, lo reponemos…. Hay que buscar una acción que compense las consecuencias que nuestra equivocación ha provocado. Es importante enseñar esto a nuestro hijo, porque si no el error queda en el pasado y como asignatura pendiente. Si hace algo que tiene unas consecuencias no deseadas debéis buscar algo que las minimice.
Cuando no se trata de acciones, sino que nuestro error ha afectado a un ser humano, tenemos a nuestro alcance la mejor forma de reparación: pedir perdón. Sobre ello ya hemos comentado en otros momentos. Por ahora basta con recordar que es la forma de que la otra persona sepa que lamentamos lo hecho.
Cuando no nos dejamos cometer errores y aprenda de ellos, estamos provocando un malestar que, en algunos casos, puede llevar a una neurosis perfeccionista invalidante, puesto que el perfeccionista no suele hacer nada por miedo a equivocarse y a que no sea la mejor opción. Para nosotros, cualquier opción no es buena, pero sí aprovechable.