No hay palabras que consuelen a quien ha sufrido el abuso por parte de alguien que se supone debía quererte, enseñarte y respetarte. No hay palabras que calmen el dolor de la incomprensión. No hay nada que sirva de alivio al sentimiento de estar roto por dentro cuando alguien te ha invadido en lo más personal. Las consecuencias resuenan a largo plazo y afectan casi a toda la vida. Es difícil de eliminar del todo.
Y no es cuestión de reconocer que existe y hay que hacer algo, señor papa católico, no es sólo cuestión de eso, sino de comprender el daño que se ha hecho. Que usted pida perdón está bien... que cada uno de los sacerdotes que han abusado de la inocencia pida perdón a sus víctimas, eso estaría mejor. Y, por supuesto, que atiendan su deuda con la justicia.
Porque nadie tiene derecho a abusar ni siquiera de la confianza. Y cuando uno de los sacerdotes o religiosos usa su influencia y poder para amedrentar y callar a sus víctimas, está abusando de confianza y de autoridad y hace sucumbir en el silencio la mayoría de sus devaneos. Ante ello, ahora más que nunca hay que escuchar a las víctimas, sus historias, sus miedos, sus angustias, sus dudas, su fe puesta en entredicho por el malhacer de unos malnacidos. Porque la confianza depositada merecía un respeto y no se ha respetado ni el cuerpo, ese cuerpo sagrado que somos, "templo del espíritu santo" (Pablo a los Corintios). Un templo profanado por manos y mentes sólo dignas de los latigazos de Jesús contra los mercaderes del templo, profanadores en otro sentido de lo sagrado.
No es momento de excusas, sino de limpieza; no entonen el "mea culpa", busquen a los culpables. Limpien la cesta de manzanas estropeadas. No nos sirven. Se las pueden quedar. Hagan con ellas lo que quieran.
Han perdido la oportunidad de demostrar al mundo que son valientes y coherentes. Que el dios del amor que predican sabe amar, no como esos infames a los que ustedes han protegido. Se les llena la boca de condenas... ¡pero nunca hacia los suyos! Esos que han abusado de su poder para invadir y callar la boca. Ningún niño ni niña va a decir nada contra el representante de dios todopoderoso. Dios nos libre de ello. Pero cuando el silencio se ha roto y alguien ha tenido la osadía de hablar... se han oído voces en todo el mundo y en cada país... esas voces que les piden acciones y no palabras. Su dios debe estar molesto, recuerden que es el mismo que destruyó Sodoma por algo parecido. Que no le gustan estas cosas. Que es un dios amor de otra manera, al menos eso quiero creer. No es de justicia que ustedes se hagan las víctimas de un movimiento internacional... recuerden que no son víctimas, sino verdugos. ¡Qué capacidad de trastocar la realidad!
El rastro que queda tras un episodio de abuso dura mucho tiempo. ¿Sabe usted, señor obispo de Roma, que la mayoría deja dormido en el recuerdo este suceso hasta que a edad madura lo puede afrontar? ¡Tanto duele! Y que se pueden ver las huellas del abuso en muchas de las acciones y decisiones posteriores. Miedo. Vergüenza. Asco. Pérdida de fe. Culpa (injusta, pero lacerante). Sensación de impotencia. Debilidad. Desconfianza hacia los demás. Falta de autoestima. Descontrol en la sensación de humana completud (algo se ha roto en los límites y queda en el aire la persona). Pero lo más hiriente es el silencio. Ojalá ahora se rompa; tienen ustedes la oportunidad de dar la palabra a los heridos.
Pero ustedes sigan con su parafernalia, con sus rezos y sus misas LP, con su huerto de manzanas con falta de podar.
Escuchen por lo menos a los que lo han padecido. ¿Ya ha tenido una reunión con las víctimas para escuchar sus problemas? ¿Saben ustedes cómo se sienten?
¿A qué esperan? Lo único que nos queda es nuestra voz.